Sexo y saxofón
Por Carlos Mauricio Arévalo Amaya
Sexo y saxofón es un libro de cuentos de Gonzalo Arango, llegué a él por dos personas: mi profesor de Filosofía y mi novia. El primero me dijo que no entendía por qué la gente recordaba a Gonzalo Arango como poeta si era mucho mejor cuentista; mi novia me alcahueteó la curiosidad regalándome el libro. Parece ser que de esta antología solo existe actualmente la edición de la EAFIT y la Corporación Otraparte en el mercado. Ignacio Piedrahíta, el presentador de esta edición, nos cuenta ciertas curiosidades del estilo de Gonzalo Arango, la más llamativa es esta: «Así como Gonzalo, el homónimo narrador de casi todos sus cuentos, está siempre inspirado —en el sentido de que parece que tuviera la palabra a punto de brotar en todo momento—, también está en constante aburrimiento. Porque la vida real, basada en la política, el comercio y otras lides similares, no tiene nada que ofrecerle».
En su cuento Un centavo de nada se ve claramente la desidia del personaje-narrador: un tipo que odia a un comerciante y solo intenta vender un libro, quizás malo, de su autoría. Con ese centavo no sabe qué hacer. Termina en un cafetín diciéndole a la camarera, con claro interés en él, que solo está ahí para hacer nada, «exactamente como un hombre que no tiene más remedio que existir». Es una ráfaga de pensamientos que va y viene. Pero es curioso, esta desidia se introduce en los cuentos: Yo recojo mi cadáver y Un centavo de nada, después de abandonar el interés ostensible sobre la mujer que tienen los cuentos anteriores: La señora Yonosé, Soledad bajo el sol y Muerte no seas mujer.
En La señora Yonosé la mujer es el móvil de la trama, el personaje que Gonzalo Arango hace de sí mismo busca incansablemente seducir a su novia bajo el manto del jazz. En Soledad bajo el sol se narra cómo un pueblo, llamado Magno, que pudo haber sido cualquier pueblo de Los Andes, decide matar a una prostituta en la plaza. Muerte no seas mujer relata la ansiedad que le genera a él, Gonzalo Arango, no poder fusionar sus átomos con el aire que respira su amada.
Después de pedir que la Muerte no sea mujer, i.e., que la realidad sea su amada, introduce un cuento deprimente sobre cómo es recoger tu propio cadáver, con un juego ingenioso en el cambio de voz del narrador. Y remata con Batallón Antitanque, donde se pierde completamente todo lo jovial de la vida. Entre más se aleja la figura femenina en sus historias, más presente se hace la desidia de Gonzalo Arango. No sé si fue un hilo conductor ideado por el escritor, espero que sí: el choque que da leer, después de Soledad bajo el sol, la declaratoria de amor de Muerte no seas mujer es sobrecogedor.
Quizás de ahí provenga el nombre, el sentido vital que da lo amado y el cambio de ritmo en las historias. Sexo y saxofón.
Por Carlos Mauricio Arévalo Amaya
Sexo y saxofón es un libro de cuentos de Gonzalo Arango, llegué a él por dos personas: mi profesor de Filosofía y mi novia. El primero me dijo que no entendía por qué la gente recordaba a Gonzalo Arango como poeta si era mucho mejor cuentista; mi novia me alcahueteó la curiosidad regalándome el libro. Parece ser que de esta antología solo existe actualmente la edición de la EAFIT y la Corporación Otraparte en el mercado. Ignacio Piedrahíta, el presentador de esta edición, nos cuenta ciertas curiosidades del estilo de Gonzalo Arango, la más llamativa es esta: «Así como Gonzalo, el homónimo narrador de casi todos sus cuentos, está siempre inspirado —en el sentido de que parece que tuviera la palabra a punto de brotar en todo momento—, también está en constante aburrimiento. Porque la vida real, basada en la política, el comercio y otras lides similares, no tiene nada que ofrecerle».
En su cuento Un centavo de nada se ve claramente la desidia del personaje-narrador: un tipo que odia a un comerciante y solo intenta vender un libro, quizás malo, de su autoría. Con ese centavo no sabe qué hacer. Termina en un cafetín diciéndole a la camarera, con claro interés en él, que solo está ahí para hacer nada, «exactamente como un hombre que no tiene más remedio que existir». Es una ráfaga de pensamientos que va y viene. Pero es curioso, esta desidia se introduce en los cuentos: Yo recojo mi cadáver y Un centavo de nada, después de abandonar el interés ostensible sobre la mujer que tienen los cuentos anteriores: La señora Yonosé, Soledad bajo el sol y Muerte no seas mujer.
En La señora Yonosé la mujer es el móvil de la trama, el personaje que Gonzalo Arango hace de sí mismo busca incansablemente seducir a su novia bajo el manto del jazz. En Soledad bajo el sol se narra cómo un pueblo, llamado Magno, que pudo haber sido cualquier pueblo de Los Andes, decide matar a una prostituta en la plaza. Muerte no seas mujer relata la ansiedad que le genera a él, Gonzalo Arango, no poder fusionar sus átomos con el aire que respira su amada.
Después de pedir que la Muerte no sea mujer, i.e., que la realidad sea su amada, introduce un cuento deprimente sobre cómo es recoger tu propio cadáver, con un juego ingenioso en el cambio de voz del narrador. Y remata con Batallón Antitanque, donde se pierde completamente todo lo jovial de la vida. Entre más se aleja la figura femenina en sus historias, más presente se hace la desidia de Gonzalo Arango. No sé si fue un hilo conductor ideado por el escritor, espero que sí: el choque que da leer, después de Soledad bajo el sol, la declaratoria de amor de Muerte no seas mujer es sobrecogedor.
Quizás de ahí provenga el nombre, el sentido vital que da lo amado y el cambio de ritmo en las historias. Sexo y saxofón.