Reseña de Co-inteligencia de Ethan Mollick
Por Sebastian Manotas Garrido
Ethan Mollick ha dedicado su carrera a estudiar cómo aplicar las nuevas tecnologías en los campos de la educación y los negocios. En Co-inteligencia: vivir y trabajar con la IA, propone, desde su experiencia investigativa en el impacto de la inteligencia artificial generativa (IA) en el trabajo y desde la práctica en sus clases, cómo abordar la inteligencia artificial en la vida cotidiana.
Hay tres ideas rectoras en el texto:
La primera es una invitación del autor a trabajar con la IA de la mano, a implementarla en todas las actividades que sea posible. Esto con el fin de identificar en qué es útil y en qué no; en qué podría mejorar y en qué no quisiéramos que la IA incida.
La segunda tiene que ver con entender cómo funcionan estos sistemas para poder sacarles el mayor provecho. Sin embargo, menciona que los mismos creadores aún no comprenden algunas de las funcionalidades de la IA o cómo llegan a los resultados, más allá de que se da por un análisis estadístico para el cual están entrenados los grandes modelos de lenguaje (LLM), que son los algoritmos que usan las aplicaciones de IA generativa. En paralelo, también resalta una característica que imprime otra perspectiva sobre esta tecnología: los datos con los cuales se alimentan los algoritmos son resultado de la historia humana y de la cultura, por tanto, representan la experiencia humana. Es decir, aunque suene paradójico, estas máquinas tienen algo de «humano», pues los datos con los que producen sus resultados tienen origen en la experiencia humana. No obstante, guarda proporciones en decir que para nada estos sistemas son un ente humano. Son máquinas y, por tanto, dependen y están guiados por la voluntad humana.
La tercera idea es transversal a los debates más esenciales sobre la introducción de la IA en la humanidad: si estos sistemas son creativos o cuál su relación con la creatividad. Mollick, a partir de una investigación que realizó junto a otros colegas con consultores de Boston Consulting Group y de sus clases de innovación en la universidad, sugiere que esta herramienta puede potenciar a quienes ya se consideran creativos y sacar del terreno pantanoso que limita el desarrollo de ideas a quienes no lo son. Sostiene que con ayuda de la IA se multiplican las posibilidades para encontrar inspiración y la salida a los bloqueos creativos. Básicamente, esta herramienta se comporta como una co-inteligencia que potencia aquello de lo que se tiene conocimiento, a la par que es un vehículo para llegar a nuevos horizontes, de los cuales no se tenía visión. Pensar que la creatividad en la IA no es posible, dado que se basa en datos de otros, es una ambigüedad, que mezcla el aspecto legal del uso de esos datos para entrenar los algoritmos con las capacidades de la herramienta. Al igual que los humanos creativos, que se basan en ideas propuestas por otros, la IA también se basa en ideas anteriores para sus resultados.
Aunque aún no se entiende del todo cómo funciona la IA, es un hecho que esta tecnología permeó la vida cotidiana. Asimismo, la IA está cambiando la forma de consumir información, interactuar con otros humanos y trabajar. Sobre este punto es crucial entender que los cambios comienzan mediante el reemplazo de tareas que estaban en manos de humanos y ahora pasan a las máquinas. Pero un trabajo está compuesto de varias tareas, por lo que no necesariamente muchos trabajos dejarán de existir, sino que se transformarán respecto al rol que el humano tiene dentro de ese trabajo. Por tal motivo, aprender a usar estás herramientas e informarse será la clave para determinar qué se le delegará a la IA y qué se mantendrá «humano».
Por Sebastian Manotas Garrido
Ethan Mollick ha dedicado su carrera a estudiar cómo aplicar las nuevas tecnologías en los campos de la educación y los negocios. En Co-inteligencia: vivir y trabajar con la IA, propone, desde su experiencia investigativa en el impacto de la inteligencia artificial generativa (IA) en el trabajo y desde la práctica en sus clases, cómo abordar la inteligencia artificial en la vida cotidiana.
Hay tres ideas rectoras en el texto:
La primera es una invitación del autor a trabajar con la IA de la mano, a implementarla en todas las actividades que sea posible. Esto con el fin de identificar en qué es útil y en qué no; en qué podría mejorar y en qué no quisiéramos que la IA incida.
La segunda tiene que ver con entender cómo funcionan estos sistemas para poder sacarles el mayor provecho. Sin embargo, menciona que los mismos creadores aún no comprenden algunas de las funcionalidades de la IA o cómo llegan a los resultados, más allá de que se da por un análisis estadístico para el cual están entrenados los grandes modelos de lenguaje (LLM), que son los algoritmos que usan las aplicaciones de IA generativa. En paralelo, también resalta una característica que imprime otra perspectiva sobre esta tecnología: los datos con los cuales se alimentan los algoritmos son resultado de la historia humana y de la cultura, por tanto, representan la experiencia humana. Es decir, aunque suene paradójico, estas máquinas tienen algo de «humano», pues los datos con los que producen sus resultados tienen origen en la experiencia humana. No obstante, guarda proporciones en decir que para nada estos sistemas son un ente humano. Son máquinas y, por tanto, dependen y están guiados por la voluntad humana.
La tercera idea es transversal a los debates más esenciales sobre la introducción de la IA en la humanidad: si estos sistemas son creativos o cuál su relación con la creatividad. Mollick, a partir de una investigación que realizó junto a otros colegas con consultores de Boston Consulting Group y de sus clases de innovación en la universidad, sugiere que esta herramienta puede potenciar a quienes ya se consideran creativos y sacar del terreno pantanoso que limita el desarrollo de ideas a quienes no lo son. Sostiene que con ayuda de la IA se multiplican las posibilidades para encontrar inspiración y la salida a los bloqueos creativos. Básicamente, esta herramienta se comporta como una co-inteligencia que potencia aquello de lo que se tiene conocimiento, a la par que es un vehículo para llegar a nuevos horizontes, de los cuales no se tenía visión. Pensar que la creatividad en la IA no es posible, dado que se basa en datos de otros, es una ambigüedad, que mezcla el aspecto legal del uso de esos datos para entrenar los algoritmos con las capacidades de la herramienta. Al igual que los humanos creativos, que se basan en ideas propuestas por otros, la IA también se basa en ideas anteriores para sus resultados.
Aunque aún no se entiende del todo cómo funciona la IA, es un hecho que esta tecnología permeó la vida cotidiana. Asimismo, la IA está cambiando la forma de consumir información, interactuar con otros humanos y trabajar. Sobre este punto es crucial entender que los cambios comienzan mediante el reemplazo de tareas que estaban en manos de humanos y ahora pasan a las máquinas. Pero un trabajo está compuesto de varias tareas, por lo que no necesariamente muchos trabajos dejarán de existir, sino que se transformarán respecto al rol que el humano tiene dentro de ese trabajo. Por tal motivo, aprender a usar estás herramientas e informarse será la clave para determinar qué se le delegará a la IA y qué se mantendrá «humano».